miércoles, 18 de mayo de 2011

La Pena de Muerte X: Conclusión


La Biblia dice que cosechamos lo que sembramos, y la historia confirma la veracidad de ese proverbio. La gente de todo el mundo vive en sociedades inseguras. Esto es clara evidencia de que nosotros los humanos necesitamos cambiar la manera en que sembramos. En nuestro país, el asesinato es común, y la gente vive atemorizada por los secuestradores, los conductores ebrios y otros delincuentes. Mentir en la corte también es común, y no importa cuán justa sea la causa de una persona, el fallo final de cualquier corte es tan incierto que la mayoría de las personas teme el tener que comparecer ante una corte por cualquier razón. 
Dios, el Autor de la vida, ha dejado bien en claro cómo podemos corregir estas situaciones. La Biblia claramente apoya la pena de muerte para delitos tales como homicidio, secuestro y perjurio en casos capitales. Hay amplia evidencia de que las leyes de Dios funcionan, y la vida en países como Singapur, donde rige la pena de muerte, es mucho más segura que la vida en el Perú o los Estados Unidos de Norteamérica.
Se podría argumentar que hay demasiado para cambiar en nuestro sistema legal para lograr adoptar el uso de la pena de muerte conforme a los mandatos de Dios, y que lo mejor sería ignorarlo completamente y simplemente usar las cárceles para evitar que los delincuentes estén sueltos. El no implementar las cosas que Dios comanda, nunca es la mejor solución, aun cuando sean usadas imperfectamente. Siempre es más sabio moverse con decisión y trabajar sin descanso para implementar lo que Dios nos ha instruido a hacer. Eso puede resultar difícil hoy en día, pero siempre ha sido difícil impulsar a la sociedad a comportarse de acuerdo con los parámetros de Dios.
El Sexto Mandamiento es "No matarás injustamente", y Dios nos dice, en lenguaje simple, qué hacer cuando alguien desobedece ese mandamiento: "El que hiere a alguien causándole la muerte morirá irremisiblemente". Si nosotros aquí en el Perú realmente queremos tener una sociedad segura y justa, entonces necesitamos comenzar por obedecer a Dios y hacer lo que Él nos instruye en Su Palabra. No podemos esperar Su bendición a menos que obedezcamos.

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